Critica Teatral : LA VOZ JOVEN por Melisa Schwartz



Desterremos una idea: la de que para ser culto hay que sufrir. Arranquemos de cuajo la noción de que un intelectual es un señor de gesto adusto que sabe dónde poner las comas, carraspea antes de hablar y no cuenta chistes en los velorios. Aunque Ud. no lo crea, ilustrado lector, existen aún esas personas que creen que ver la filmografía completa de Wenders  de corrido lo hace a uno una persona mejor, o al menos, más sesuda. Ese espectador que es plaga en los festivales. ¡Esos documentales eternos sobre el cultivo de la alcaparra! ¡Esos primerísimos planos de una gota de lluvia cayendo durante tres minutos! ¡Horas y horas de soporíferos vernissages que lo único que hacen no es sino ponerle a uno más cara de… intelectual! La nada misma. Es hora de que acabemos con el descrédito de la alegría. Si de algo ha de servir la internet es para defender causas justas.
Y si acaso se cruzare Ud., querido lector, con una de esas personas, o si Ud. mismo es una de ellas, le recomiendo que se tome el ignoto subte H -existe, se lo aseguro, no es un mito, doy fe-, se acerque hasta la sede del IUNA de la calle Venezuela, casi esquina Jujuy y sin más dilación se zambulla en el estrambótico mundo de “Detrás”, la obra de teatro que los alumnos de la Licenciatura en Actuación del Departamento de Artes Dramáticas prepararon como proyecto de graduación en el 2010, bajo la dirección de Marcelo Savignone.
La historia es sencilla. Una familia, tras la muerte del padre, se aferra a lo poco que tienen de él: una prótesis. Una madre, siete hermanas, un hermano con tendencias suicidas, dos monjas, dos malhechores, un viajero, una institutriz, y un cuadro que habla y provoca fantasías eróticas constituyen el variopinto elenco de esta pequeña gran obra. Con algo del teatro del absurdo y mucho del pastiche posmoderno, “Detrás” construye un mundo surreal y simpático. Con pocos recursos y muchísima energía, la obra mezcla elementos del slapstick humor, del suspense, del musical, y hasta me atrevería a arriesgar, algunos pequeños destellos que remiten a la commedia dell’arte, en los tics repetitivos que afectan a cada uno de los personajes, aunque aquí no haya improvisación. Se da el fenómeno extraño de que algunos personajes hablan un idioma que parece italiano y no lo es, otros hablan un inglés que todos entendemos aunque no entendamos y otros en español, sin que entendamos de qué hablan. En esta suerte de cocoliche de idiomas y estilos, reside el encanto de esta pieza.
Mención aparte merece el uso de la música, y el muy buen aprovechamiento del espacio. “Detrás” es de esas obras que hacen de sus carencias virtudes y que, frente a la escasez de recursos, derrochan imaginación.
Alegría. Encontrar estas pequeñas gemas es lo que hace que uno se reconcilie con el mundo de la cultura. Aunque por delante el camino esté sembrado de falsas ilusiones, alcaparras y vernissages.Critica Teatral : LA VOZ JOVEN por Melisa Schwartz

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